Con el paso del tiempo hemos
podido notar que distintos países del mundo han sido influenciados por culturas
ajenas a estos, y dejado atrás sus raíces como consecuencia de la
modernización.
En Venezuela, específicamente
en Caracas, es muy difícil encontrar lugares en los que prevalezca la cultura
original, todo ha sido urbanizado y modernizado, es decir, ya casi no quedan
rastros de la estructura bajo la cual la ciudad solía regirse. Hablo específicamente de Caracas porque,
debido a que es la capital y metrópoli del país, la influencia extranjera es
más fuerte que en el interior del país donde aún se conserva la cultura
tradicional y se siente con más fervor el sentido de pertenencia hacia la nación.
Tuve la oportunidad de visitar
el Casco Histórico del Pueblo El Hatillo, un lugar en Caracas donde ese
sentimiento de identidad no se ha perdido a pesar de ubicarse en la ciudad
capital. Las calles, las casas y la estructura
del pueblo en su totalidad presentan características propias de la época
colonial, es un lugar que verdaderamente ha preservado lo tradicional, antiguo
y típico de nuestro país.

A lo largo
de mi visita, me aproximé a hablar con distintas personas y me contaron un poco
de su historia y del modo de vida que llevan. Muchos construyeron y pintaron
las casas que habitan, tienen sus negocios dentro de su mismo hogar de manera
que desde la calle una persona pueda apreciar lo que se ofrece, sea tienda o
restaurante, y al entrar ser atendida por miembros de la familia que vive ahí.
También pude darme cuenta de que la mayoría de las personas que viven en el
pueblo han vivido ahí toda su vida y suelen reunirse con sus familias y amigos
en la plaza y sus alrededores, también acuden mucho a los lugares de comercio local
pertenecientes a familias vecinas.
Algo que
llamó mucho mi atención fue el contraste entre lo tradicional y lo moderno. A
pesar de ser un Pueblo colonial se ven grafitis, unos simples y otros bastante
elaborados, negocios que no son precisamente locales sino cadenas comerciales
como por ejemplo Baty’s e incluso a menos de dos cuadras de la Plaza Bolívar se
encuentra el centro comercial Paseo El Hatillo. También es importante destacar
que la localidad del pueblo, y del barrio que rodea al mismo, está a muy poca
distancia de la comunidad de La Lagunita y de Los Naranjos, que son zonas
pudientes y totalmente urbanas, contrastando así la diferenciación social, pero
a la vez sin exclusión, o por lo menos no territorial por su cercanía.
Una vez
mencionado el centro comercial Paseo El Hatillo, quisiera hablar de algo que me
dio mucho gusto conseguir en El Hatillo, algo que yo creí perdido en la
sociedad actual caraqueña. Me refiero al fortalecimiento de la identidad y la
pertenencia hacia su comunidad mediante el disfrute de las áreas públicas.

Me di cuenta
de que mientras más adentrado a la ciudad se está, hay menos sentido de
pertenencia y menos disfrute de espacios no privatizados; no sé si llamarlo
producto de la modernización o, en nuestro caso particular, producto de la
inseguridad.

No eran tan
diferentes a mí, si bien usaban un lenguaje corporal y hablado distinto al mío,
cuando me acerqué a comunicarme con ellos y conocí lo que tenían para compartir
conmigo no vi mayor diferencia más que las anécdotas y el lugar donde se
llevaban a cabo.
El día
entero fue una invitación a mi reflexión personal sobre lo que siempre había ignorado,
cosas que no conocía y preferí no darles importancia.

Me alegra
haber tenido la oportunidad de visitar el Casco Histórico de El Hatillo y ver
que existe un lado totalmente opuesto a lo que conocía de mi ciudad, la gente
me pareció contagiosa de su alegría y de las ganas de estar en un espacio no alienado,
un lugar abierto y público.
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