lunes, 16 de julio de 2012

“Parque El Calvario" por Marielena Aizaga


       Un hecho muy curioso me sucedió este fin de semana, ya que decidí conocer un lugar que debería ser conocido por cualquier caraqueño. Lo más importante de todo esto, es que por el hecho de saber cuál es el lugar en donde se localizaba -en este caso el oeste de la ciudad- llegué a pensar que sería un espacio terrible, con muchos defectos, decadencia y poca seguridad, pero grande fue mi sorpresa al encontrar todo lo contrario.

       Después de tener esta oportunidad podría decir que El Parque el Calvario, localizado en el centro de la ciudad de Caracas, podría ser comparado con cualquier otro parque localizado en el este de la ciudad. Sin embargo, este hecho no siempre suele ser percibido por las mente de muchas otras personas -como me sucedía a mí antes de conocerlo- y eso me hace pensar sobre si la percepción de belleza estará sujeta al estado o posición socio-económico en la que las personas se encuentren, si este es el caso, ¿qué ocasiona que pensemos de esa manera?

        Es comúnmente conocido que el caraqueño se deja influenciar fácilmente y, por ende, tiende a juzgar las cosas por apariencias, por comentarios de personas o impartidos por los distintos medios de comunicación, sin tener la iniciativa de formar su propia opinión. Esto también tiende  a ocurrir con lugares generalmente segmentados o divididos, como ocurre entre el este y oeste de Caracas, que son zonas polemizadas y restrictivas, donde se le atribuye la pertenencia del mismo solamente a un sector tanto social como político, solo por el hecho de estar localizado en cierta área de una misma ciudad.  

        Esta segmentación imposibilita la unificación de la misma ciudad en donde convivimos todos y hace que nuestra visión a lo cual no estamos acostumbrados este cegada por un prejuicio infundado (en algunos de los casos sin basarse en los hechos). Con la creencia que nos han dado ciertos sectores o medios de radio y televisión al pensar que si visitas o frecuentas una zona en específico de alguno de los dos extremos de la ciudad, quiere decir que militas o apoyas a algún sector político en particular, o simplemente por localizarte en una zona, esta va dictaminar el nivel económico y de educación de la persona.

      Cuando nos encontramos con lugares como éste, que han sido recuperados para el bienestar y el disfrute de todos los sectores del área de Caracas, tal vez con la finalidad de recuperar esas costumbres perdidas o que ya no compartimos, propias de la época de nuestros abuelos, y te hace pensar que todo esto se realizó en un lugar que ni imaginaríamos encontrar en medio de Caracas y mucho menos de ese lado de la ciudad. ¿Cuántos otros lugares habrá como él?


        El parque el Calvario desde su punto más alto  nos ofrece una vista y perspectiva única de la ciudad, donde podemos apreciar la mezcla y presencia de clases conglomeradas en un mismo sector sin ningún tipo de separación más que las diferentes edificaciones,  lo cual podría ser apreciado como signo de progresiva  modernidad.

       Al mismo tiempo, el parque presenta cambios y adaptaciones que confluyen en un mismo lugar y con la misma finalidad (el disfrute de sus visitantes). Estos cambios fueron realizados para satisfacer las necesidades de la población que lo frecuenta, que en su mayoría  son personas que visitaron el parque durante su juventud. 

       También podemos encontrar la confluencia de elementos, en donde la belleza de lo antiguo se asocia a la perfección con la modernidad. Todo esto es visible en  las caminerías, fuentes, estatuas, esculturas, banquillos, la capilla, etc. pertenecientes al siglo XIX con su característico “rococó”  o toque afrancesado, en donde podemos apreciar que tan influenciado estaba el Caraqueño por el exterior. A todas estas características se les suma la creación de edificaciones internas, como fuentes de soda, salas de lectura,  recursos electrónicos y casetas de vigilancia creadas con la finalidad de aprovechar todas las oportunidades de modernizar el parque sin necesidad de desmejorar lo anterior.   
Siendo anteriormente tan solo un paseo, ahora se convirtió en un espacio público  en donde se pueden desarrollar actividades  recreativas distintas.
                  
        En él pueden realizar desde tranquilas y cómodas caminatas, escuchar y/o bailar música en vivo y hasta disfrutar de un  momento de tranquila lectura, en la “sala de lectura Paula Correa”.

        Lo que nos demuestra que no por estar en el oeste haya que menospreciarlo. Y también que todo lugar debe ir adaptándose a la modernidad.

(Por problemas con el blog no se pudieron subir las imágenes del siguiente ensayo)



                                              

                             










                               

Influencias de la transculturización en el imaginario caraqueño por José Daniel Durán Toro


Todos los pueblos y países del mundo se caracterizan por poseer una cultura y maneras de vivir propias que han sido transmitidas de generación en generación, que le dan sus rasgos únicos a ese pueblo. Sin embargo el ultimo siglo, se ha mostrado una elevada tendencia a la transculturización o cambio en los valores propios  de los pueblos, causado por el proceso modernizador y globalizador que se ha experimentado en el ultimo siglo,  por el cual una cultura y manera de vida se ha impuesto sobre otras estableciéndose como la manera ideal de vivir. En la actualidad es el caso de la cultura de consumo anglosajona, que ha logrado exportar su cultura a un numero sin precedente de personas y territorios, debido al acceso que ahora existe a todo el territorio terrestre y al gran numero de pueblos que han surgido en los últimos siglos, especialmente en latinoamerica.

La región Latinoamericana siempre se ha caracterizado por ser importadora de cultura, desde su independencia, con una fuerte cultura Española dejada atrás por los conquistadores. Posteriormente la cultura europea toma un auge en la región, traída por su belleza estética e ideales burgueses, dándose con mayor intensidad en ciertas regiones.  Ahora vemos cómo los ideales del capitalismo invaden nuestras tierras, una cultura donde todo puede ser comprado y vendido, incluso el tiempo, donde todo se reduce a simples cifras y las interacciones entre personas quedan reducidas a la actividad comercial y los espacios de interacción se reducen a los centros comerciales. Esta nueva cultura nos invade debido a las presiones de la nueva economía global, y es sin duda controlado por Estados Unidos, país que nunca ha dejado de lado sus ambiciones de controlar toda la región americana y controlar el flujo de los recursos mundiales.

Venezuela no escapa de este esquema, país que desde principios del siglo 20 ha empezado a generar capitales para propulsar esta evolución, gracias a la renta que le da el petróleo. Ello lo podemos evidenciar claramente en la ciudad de Caracas, ciudad donde los ciudadanos son bombardeados con ideales de consumo por la publicidad y los medios, y que se encuentra constantemente atrayendo a personas de todo el país hipnotizadas por estos ideales. La ciudad de Caracas ya ha perdido casi todo su aspecto colonial, y en las avenidas de claro estilo europeo que aun se observan, se encuentran a poca distancia de los cordones de pobreza de la gente que viene a esta ciudad en busca de mayores posibilidades de consumo de bienes y servicios. Ahora la ciudad se encuentra abarrotada de antenas de Direct Tv, McDonald’s, centros comerciales y publicidad, para responder a todas las necesidades de consumo de la población, y es así como este es el país con el mayor índice de celulares BlackBerry del mundo, y sin uno de ellos una persona puede sentirse incompleta, dando todo lo necesario para tener uno, ejemplo de la presión que pueden ejercer los medios y la cultura.

A pesar de que esta nueva cultura de consumo ha aumentado la capacidad productiva del país y ha dado ha muchas personas la capacidad de surgir y crecer, también es la causa que ha llevado a las ciudades a un estado de caos continuo movido por el deseo de poseer más, formándose así embotellamiento, contaminación y desigualdad social que ahora amenazan a nuestra ciudad. Hay que tener en cuenta que esta es una cultura de consumo desarrollada para un pueblo que percibe enormes ingresos y que además tiene una gran clase media, que es Estados Unidos, y al comparar los 4000$ que puede estar ganando mensualmente una persona en este país, es suficiente para satisfacerles en este tipo de cultura, pero al ver los 800$ mensuales que es en promedio la ganancia mensual en Venezuela, es insuficiente para la satisfacción de la población, pero los medios y la publicidad nos incitan a que necesitamos más, llevando a la población a un estado de disconformidad en el que no alcanzan la autosatisfacción, pero son incitados a vivir en las ciudades en cualquier condición posible para algún día poder poseer más, lo cual lleva al crimen y al robo para poder suplir estas necesidades, y se observa como se construyen más complejos habitacionales en la ciudad que algún día estarán repletos de más personas deseosas de consumir. Caracas se ha convertido en una ciudad de sueños que siempre quiere más y es controlada por los medios, que dirigen y controla la opinión pública de manera de sacar el mayor provecho posible de la población.

Un ciudadano de esta ciudad puede llegar a sentirse perdido y desorientado en una ciudad como esta en la cual la mayoría de los espacios ya no responden a lo que antiguamente fueron, sino a aspectos empresariales y de consumo, donde los grandes edificios solo son una parte más de la invasión en nuestro país y responden a imaginarios con los que un ciudadano no es capaz de identificarse. El consumo multicultural no es el problema, lo es el hecho de que todo sea de otra cultura, se requiere un equilibrio entre este nuevo imaginario que ingresa a nuestro país y nuestros propios valores nacionales, es necesario una mayor pertenencia a los valores de nuestros país y a conocer que esta vida de consumo no fue diseñado para nosotros, se tiene que reconocer que los medios nos incitan a tener los deseos de alguien más que no son los propios deseos, al tener todo esto en cuenta, necesitamos alcanzar una nueva cultura propia, en la cual podamos balancear lo que realmente necesitamos y deseamos con nuestra realidad nacional, y construir un país en el cual podamos sentir que realmente somos parte de él y que nos pertenece.

Caracas es, sin lugar a duda, amenazada por influencias externan que la transforman y alteran, sin embargo, la mayor amenaza es la nueva tendencia existente de migrar a espacios virtuales.  Ya sea por mido al caos de la ciudad, por placer o simple preferencia de estos espacios, la realidad es que la gente esta migrando a estos espacios, encerrados es sus casas donde la sensación de seguridad y tranquilidad son optimas, las personas entran de lleno en este espacio, perdiendo así toda pertenencia por lo urbano y lo local, formando a ser parte de una nueva cultura, un nuevo mundo conocido como “la red”, que existe entre el limbo de lo real y lo imaginario y es carente de toda pertenencia y estructura, donde son las ideas y los gustos comunes lo que unen a las personas y no el espacio. Este nuevo urbanismo virtual, totalmente desterritorializado, es respuesta a la falta de pertenencia de los ciudadanos a la ciudad y su caos, donde estos intentan sentirse que pertenecen a algo, así sea con las ideas o gustos de las comunidades de la red.

Caracas y en general toda Venezuela, tiene la increíble característica de ser un pueblos realmente unido, donde no existe discriminación por sexo, color o raza, y es parte de lo que somos los venezolanos, vivimos todos juntos y mezclados sin importancia. Debemos de aprovecha esta unión que tenemos para hacer de Caracas un foco económico en el continente, en esta economía globalizadora de la cual es imposible escapar. Ello llevaría a aumentar las posibilidades de empleo y la calidad de vida de sus habitantes. Una mejora en la calidad de vida combinada con políticas sociales, es lo que permitiría una mayor satisfacción a los ciudadanos y disminuiría el miedo que sienten algunos, haciendo que las personas se sientan más seguras y confiadas en caracas permitiéndoles sentir el deseo de querer formar parte de Caracas, y regresando el sentido de pertenencia los ciudadanos.

La política es un factor crucial en este proceso, puesto que es el poder gubernamental el que tiene la capacidad de llevar esto a cabo y dar el sentimiento de seguridad que se requiere,  de allí que cuando se observa una actividad publica tan simple como puede ser una patinata, que al estar custodiada por efectivos policiales o militares, asiste gente que de otra manera no asistiría al lugar. Es necesario que nosotros, en nuestra calidad de ciudadanos, exijamos los cambios y las políticas requeridas para crear una Caracas de la cual todos podamos participar y pertenecer.

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El consumo como vía de escape por Anna Antonini De Almeida


"Una sociedad capitalista requiere una cultura basada en imágenes. Necesita suministrar muchísimo entretenimiento con el objeto de estimular la compra y anestesiar los dolores asociados a la clase, la raza y el sexo."
Susan Sontag (E.E.U.U., 1933-2004)
        
           Nuestra querida y heterogénea ciudad de Caracas posee diversos espacios para la diversión, el consumismo, la vida alegre y feliz, la vida agitada, convulsionada, para la vida de los sobrevivientes.

            Por un lado observamos hermosas urbanizaciones con quintas muy bien construidas y equipadas, cuyos habitantes disponen de todos los servicios. También tenemos las zonas llamadas de la clase media, quienes “a medias” reciben los servicios y “a medias” van por la vida. Las personas que ahí habitan se enfrentan día a día a fuertes jornadas de trabajo o estudio dentro de un mundo muy competitivo. Luego está la clase baja que es aquella parte de la población definida por su pobreza y carencias de lo esencial para vivir, que lamentablemente en la actualidad representa la mayor parte de la población venezolana.

            En Caracas hay un problema grave de división entre la población, lo cual tiene que ver con la preocupación de muchos por aferrarse a sus burbujas seguras y evitar adentrarse en una zona donde sus vidas peligran más de lo que normalmente lo hacen, por la delincuencia que desagradablemente caracteriza a nuestra ciudad. Dichas zonas tienden a ser los hogares de residencia de la clase baja y media baja.

            El Bulevar de Catia es un buen ejemplo de esto, mucha gente simplemente no visita este lugar por temor a poner en riesgo sus vidas, y a quienes ahí viven se les nota la

preocupación en sus rostros cada vez que observan un indicio de lo que podría llegar a convertirse en una situación peligrosa, la diferencia entre las personas que temen adentrarse en este lugar y los que ahí habitan es que los que viven en Catia se han adaptado a la situación y tienden a ser más unidos entre ellos y a desarrollar una especie de sexto sentido para detectar situaciones de riesgo y sobrellevar los problemas tan graves que se presentan en su día a día, mientras que el resto se aísla.

            A pesar de ser el Bulevar de Catia un lugar con un alto índice de inseguridad se ve presente el alcance de la globalización y el consumo exagerado. Para la mayoría de sus habitantes con escasos recursos no existe el descanso, incluso los domingos se ven las calles repletas de vendedores, buhoneros en su mayoría, que se las arreglan como pueden para sobrellevar su pésima situación económica, vendiendo cualquier cosa para sobrevivir. Podemos encontrar desde ropa, calzado, juguetes de todo tipo y comida, hasta inventos extraños en los que es puesta en peligro la vida de animales, con el fin de tener algo que les produzca ingresos, como es el ejemplo de estos pollitos pintados de colores que generan mucha controversia, por el daño que esto le podría ocasionar a estos animales; pero claro, muchos piensan  ¿qué es la vida de unos pollitos para quien intenta mantener a una familia?
 
               También está presente la flanería descrita por Julio Ramos en su texto “Desencuentros de la modernidad en América Latina”, como se aprecia en el comportamiento del ciudadano contemporáneo que pasea y vaga por la ciudad en busca de abastecer sus necesidades de consumo. A pesar de sus escasos recursos económicos, esta gente sale de sus casas para distraer sus mentes y olvidar los pesares consumiendo.  Así vemos como a lo largo del Bulevar se encuentran varios restaurantes donde todas aquellas personas que tienen una vida tan difícil gastan su dinero en comidas costosas considerando que la mayor parte de la población que la consume posee poco capital monetario, son lugares donde la comida no es criolla , lo que denota que quienes lo visitan no se sienten identificados con su entorno y buscan una mayor sensación de seguridad alejándose de sus tristes realidades y del caos exterior que los espera fuera. 
                La delincuencia también está también relacionada con el consumo ya que este genera posesión de recursos y propiedades, el que nada tiene de algún modo debe obtener lo que necesita y la vía más directa y para muchos más fácil es quitándoselo a la fuerza a otro que ya lo tiene.

               El Bulevar de Catia, es pues sin duda, muestra fehaciente de la problemática caraqueña y sus habitantes se aferran a sobrevivir en ella sin mucha ayuda externa, lo cual debería cambiar. Muchos caraqueños ven a los ranchos como parte del paisaje y no notan la realidad oculta detrás de esas casas mal construidas en las que habitan familias enteras con una calidad de vida pésima. Si comenzamos a preocuparnos por mejorar no sólo nuestro sector más cercano, sino toda Caracas, nos organizamos, pensamos en que todos somos víctimas de la delincuencia que viene principalmente de zonas de clases bajas, trabajamos junto con los habitantes del Bulevar que son los que deben tener mayor participación en estos cambios,  luchamos por solventar las diversas problemáticas que en estas se generan, tales como la falta de educación, empleo, higiene, vialidad, entre otras, podríamos progresar y tener una mejor calidad de vida.

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Encontrarse en la Cuidad por Humberto I Itriago B


          Es cómico pensar que en un simple recorrido se puedan experimentar muchos fenómenos y, sin saber, sin pensar, nos encontramos rodeados de elementos que han generado y generan en las personas sentimientos y emociones de tal magnitud que son capaces de permanecer grabados por siempre en su memoria. Así en la inmensa ciudad cada habitante es partícipe de fenómenos de identidad, de percepción, de sociedad, que apreciamos al recorrer lugares de entretenimiento público. Lugares que han sido recorridos por miles de personas, espacios que reservan más de un vínculo, más de una anécdota y más de una historia.

       En esta época donde las tecnologías de comunicación predominan en el día a día de las personas es muy fácil sentirse parte de la ciudad, cuando en realidad se puede estar inconsciente de la influencia de la información recibida y ciegamente creamos percepciones de la ciudad que no nos permiten relacionarnos con ella, y debido a esto nos aislamos en un espacio que se considera seguro por el hecho de ser conocido. De manera que es muy fácil encontrarse limitado por aquellos espacios que son familiares (porque se recorren en un régimen habitual) y estar en constante rechazo a explorar más allá por distintas razones provenientes de la percepción negativa generada por los medios como por ejemplo la inseguridad, que a pesar de ser un hecho real, su efecto está severamente magnificado por su recurrencia en los medios de comunicación.

       Por esto vemos que para algunas personas recorrer la ciudad significa visitar los centros de consumo: son víctimas del consumo irracional generado en estos lugares que no responden a una dinámica de identificación ciudadana, conocer estos sitios no genera ningún tipo de identidad, visitar estos espacios es refugiarse de las calles, escapar de la ciudad, atentando contra el consumo cultural e intelectual incluso contra la ciudad la cual debe ser espacio público.

    Descubrir Caracas puede que sea una de las mejores experiencias para estas personas que viven limitados en su percepción, como muestra un botón, en una visita reciente a la Plaza de los Museos en Bellas Artes encontré muchos elementos que no solo llamaron mi atención, de cierta manera logré identificarme con ellos, no me sentí extraviado, ni fuera de lugar en ningún punto del recorrido, no hubo diferencia con respecto a los recorridos que realizo en las calles de la zona en la que habito.

       Desde el momento en que me encontraba en camino a la Plaza de los Museos, en los vagones del metro de Caracas, encontré el más pequeño de los elementos que realmente me tranquilizó cuando se detuvo la maquinaria en el túnel por un breve momento, y fue la música clásica que sonaba en el fondo, (estilo de música que generalmente escucho), me hizo sentir en casa.

      Curiosamente en el Museo de Ciencias se encontraba una exposición acerca de la biodiversidad, como estudiante de la Licenciatura en Biología evidentemente me sentí atraído a explorar el museo, pero lo que realmente llamó mi atención fue un señor con su nieto visitando el museo, el niño le hacía diferentes preguntas a su abuelo y el abuelo con gusto respondía a sus dudas. No solo niños pueden disfrutar de estas actividades más adelante en el Museo de Bellas Artes me encontraría con una pareja visitando una exposición sobre Tutankamón, y en ambos museos me encontraría con diferentes personas que se encontraban realizando lecturas de libros, periódicos, incluso una madre con su hija simplemente admirando el paisaje exhibido.

      Precisamente esta es la razón por la cual estos lugares se encuentran en la ciudad. Más que estructuras que abarcan una exhibición cultural, informativa y educativa son los lugares que hacen de la ciudad un lugar de encuentro, de entretenimiento para todos los miembros de la familia, para hacer de estas visitas al espacio público una tradición y disfrutar de ellas sin ningún tipo de vinculo comercial.

      Analizando los fenómenos de identidad que encontramos en la metrópolis, encontramos la importancia de todos los elementos que permiten formar los vínculos hacia ella, sin importar qué tan pequeños o simples estos puedan ser.

     Aunque las tecnologías de comunicación nos permitan, como instrumentos, ampliar nuestra percepción de lo urbano, es necesario experimentar la ciudad, no huir de ella, buscar y aferrarnos a aquellos elementos que nos permitan identificarnos y desenvolvernos completamente en el ámbito urbano, encontrarnos en la ciudad.

     Personalmente el ideal de las ciudades latinoamericanas está representado en aquel espacio en el que la comunidad, (como ciudadanos), se muestre interesada e identificada con el consumo cultural, intelectual y artístico que ofrecen las metrópolis, a su vez siendo capaces de involucrarse tanto en el ámbito personal como en el familiar: donde las tradiciones se relacionen a las políticas culturales y se separen de la vida al consumo económico.

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Caracas una ciudad como todas por Victor Gabriel Vanorio


“Caracas es una ciudad como todas, con autopistas, avenidas, aceras, edificios y plazas. En un tiempo Caracas fue ejemplo de modernidad, era la primera en tener las mejores calles, las mejores avenidas, las mejores plazas, la mejor economía. Todo había sido tan pronto, en tan sólo 50 años Caracas se había convertido en un pedacito de paraíso; con el mejor sistema de transporte subterráneo, Caracas brindaba oportunidades para todos. 

Con el pasar de los años, la gente creyó que todo estaría bien, como si Caracas fuera eterna, la fueron olvidando. Caracas quedó escondida en el recuerdo de aquellos que vivieron sus años mozos. Hoy solo queda ese recuerdo, la Caracas que hoy vivimos está enferma y herida de olvido. Caracas está habitada por personas que han dejado de quererla, de vivirla, de adorarla…”                      (Amaya, 2012)

Definitivamente esta es una visión algo pesimista de lo que es Caracas, pero no por esto falsa. Este texto fue escrito por Andrea Amaya una estudiante de urbanismo de la Universidad Simón Bolívar y una amiga personal. Tomé este texto de ella porque muestra una visión de una Caracas decaída, una Caracas que fue modelo pero que ya no lo es, y aunque yo no lo considere totalmente cierto es una realidad que Caracas ya no es la misma de hace unos años o por lo menos ya no se asemeja a esos recuerdos de Caracas que nos transmiten nuestros padres y abuelos.

Cada quien vive una Caracas distinta, para algunos Caracas es solo las zonas de “este lado del río” (entiéndase Prados del Este, Hatillo, Los Naranjos, Santa Fe, Las Mercedes y como mucho Bello Monte), otros viven una Caracas “de puras colas” y son aquellos que solo viven Caracas en carro (de su casa al trabajo y los fines de semanas a su restaurante o centro comercial favorito), otros viven una Caracas más de calle, son aquellos que recorren Caracas a pie o se trasladan en transporte público. Cada persona en esta ciudad tiene su visión de la ciudad que habita y a pesar que las visiones puedan ser muy distintas entre sí, ninguna es más real que otra.

Algo que sí tenemos en común todas las personas que habitan esta ciudad (o por lo menos la gran mayoría) es que no notamos muchas de las cosas que nos rodean. Podemos caminar todos los días por la misma calle y no notar los cambios en ella, como por ejemplo un nuevo grafiti o una grieta en la acera o incluso un nuevo local. Después de haberme dado cuenta de esto decidí que debía fijarme más a mí alrededor y tratar de conocer y comprender mejor la ciudad. Así que recorrí distintas calles de Caracas, específicamente del centro (lugar que no suelo visitar con frecuencia más que para ir a uno que otro ministerio para realizar largos y tediosos papeleos). Las veces que he visitado el centro normalmente no suelo fijarme en mayor detalle, sólo recorro sus calles sumergido en mis pensamientos, pero esta vez visité un par de veces sus calles en “plan de turista”. Pase por varias calles, fijándome en el nombre de las esquinas, viendo cómo los distintos transeúntes iban deprisa a hacer sus diligencias o camino al trabajo, cómo hacían contraste los imponentes edificios (la mayoría de ministerios) y los edificios más históricos y emblemáticos, detallé (de lejitos porque no me permitían acercarme) el Palacio de Miraflores, pasé por Plaza Caracas, caminé también por el Capitolio y me acerqué a la plaza Bolívar.

La verdad que muchas cosas me sorprendieron, las distintas personas que caminaban por ahí, la belleza de algunos edificios (aunque varios estaban un poco abandonados), alguno que otro vendedor ambulante, los distintos nombres de las esquinas, y el estado de las calles.

Pero definitivamente hubo algo en especifico que me impacto más que las otras cosas y fue la gran presencia militar en cada calle, cada ministerio, cada plaza e incluso llegué a encontrar una carpa militar (que al parecer llevaba tiempo instalada) en una plaza detrás del Banco Central de Venezuela. Al observar tal fenómeno no pude evitar preguntarme 2 cosas, una de ellas era ¿por qué la presencia de tantos militares? Y la segunda de ellas era ¿Cómo las personas podían transitar al lado de estos militares sin siquiera notar su presencia? (o al menos eso parecía).

Mi primera pregunta no fue difícil de responder, era claro (aunque no lo haya pensado en ese momento) su presencia era por un tema de seguridad, su presencia en cada calle daba una sensación de seguridad que es difícil encontrar con frecuencia en Caracas. La presencia de un militar es mucho más imponente que la de un policía (y eso sin tomar en cuenta los largos fusiles que llevan los militares).

Pero ahora mi segundo cuestionamiento no era tan fácil de resolver, al principio quise pensar que al igual que los distintos detalles de la ciudad que no notamos, tampoco notaban la presencia de esos militares, pero se me dificulta pensar que una persona no pueda notar las distintas masas verdes con largos fusiles en las manos. Luego pensé quizás esas personas sí noten la presencia de los militares pero simplemente los eviten, pero rápidamente descarté esta teoría porque no hay un nivel de represión militar para que esto ocurra, además esos militares pueden ser los hijos y sobrinos de cualquiera que transite por esas calles.

Quizás esas sean solo ideas mías, quizás simplemente la población se acostumbró a su presencia, quizás nuestra historia nos haya hecho así, quizás sería mejor tener policías en vez de militares y no lo sabemos, pero lo importante es darnos cuenta de estas cosas, reflexionar sobre nuestra ciudad, darnos cuenta de la importancia de la ciudad, la ciudad completa y no solo las zonas que frecuentamos.

Darnos cuenta que nuestra ciudad sigue siendo la misma de hace unos años, quizás algo cambiada, quizás cada vez más grande, quizás sí, algo descuidada, pero si está descuidada es porque nosotros la hemos descuidado, es porque no hemos prestado atención a los detalles, es porque no hemos querido nuestra ciudad, es porque pasamos por las calles de la ciudad pero no la vivimos. Caracas sigue siendo Caracas y nuestras realidades de ella cambiarán según nosotros mismos cambiemos.

Para mí, comprender la ciudad implica comprendernos a nosotros mismos, la ciudad es como es gracias a nosotros y si queremos un cambio en ella tenemos que comprender porque somos como somos, en que fallamos y que tenemos que arreglar para así poder arreglar la ciudad. Porque a fin de cuentas “Caracas es una ciudad como cualquier otra” pero es nuestra ciudad.

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Un caminar de desconocidos por Manuel Amundaray


Vas viajando, te quedas dormido por un rato en el autobús pero de pronto te encuentras en la parada y bajas de la unidad todo somnoliento. Al encontrarte ya en el piso ves diez vendedores ambulantes en la parada, una persona pidiendo para alimentarse, una serie de edificios altos y una multitud que parece caminar en una sola dirección. ¿Alguna vez te ha ocurrido? Si tu respuesta es sí, y efectivamente te encuentras en Venezuela, lo más probable es que solo venga una cosa a tu mente: llegaste a Caracas. Este es un escenario que tienen los venezolanos guardado en su imaginación como la representación de lo que significa arribar a la capital del país.

            Ubicando el punto de inicio del recorrido desde Plaza Venezuela es visible como una gran cantidad de personas se bajan en esta parada, cada una haciendo actividades muy diferentes, por ejemplo: unos fuman, unos van en su patineta, unos en camisa y corbata hablan por teléfono, aparentemente resolviendo problemas de trabajo, y otros parecen estudiantes. Caracas es la capital de Venezuela y representa psicológicamente modernidad y progreso en el imaginario de los venezolanos. Hay algo que todos los que van pasando por la parada tienen en común: caminan en una misma dirección. Es fácil descifrar el motivo. En la metrópolis más desarrollada del país hay muchas razones por las cuales las personas se tienen que desplazar desde distancias considerablemente grandes y el método que más rápido lo permite es el Metro, un sistema eficiente en el que muchos caraqueños y visitantes de la ciudad encuentran día a día una solución a su necesidad de transporte.

            Entre paso y paso, caminando en forma prácticamente recta, se atraviesan un par de cruces con el típico caos que se puede esperar en la capital. Conductores apurados tocando corneta y otros quizás en igual apuro pero que presentan una actitud un poco más paciente forman una cola que es regida por el “policía” tecnológico de tres colores. Si se analiza la actitud de los conductores se refleja que varios no respetan las luces del semáforo, esperan sobre el rayado que indica el cruce de los peatones y ejecutan maniobras imprudentes al volante que ponen en peligro físico a ciertos transeúntes que caminan por la calle. ¿Cómo se puede disfrutar y caminar tranquilo por una ciudad cuando no se puede confiar en el criterio de conducción de los que están al volante? Hay un problema serio con lo que es el acatamiento de las leyes nacionales que aparentemente ni la policía ni los otros que tienen la responsabilidad velar por el bienestar ciudadano están muy interesados en hacer cumplir. Al estar el semáforo en rojo pasan los ciudadanos que esperaban, cabe destacar que la mayoría no usa el rayado y esto tampoco ayuda al orden en la ciudad. Luego del segundo semáforo después de la última entrada del Metro en Plaza Venezuela se llega al bulevar de Sabana Grande.

Lo primero que puede chocar con los paradigmas de una persona que no lo conozca es que es un lugar que actualmente está realmente muy bien organizado y bastante pulcro. Claro está que se tiene personas que recojan la basura que botan los malos ciudadanos todos los días y los comerciantes informales que se adueñan de un sector de este espacio público para su beneficio pero no aceptan la responsabilidad de la limpieza. El orden y la seguridad del ambiente lo mantienen los policías y otros organismos de seguridad del Estado que se encuentran cada dos o tres cuadras. La labor de los oficiales es de extrema importancia si se toma en consideración que sólo en los espacios públicos se puede hacer política. Si se ofrece una ciudad en buenas condiciones un mayor número de personas se verán atrapados por la belleza de su ciudad y se motivarán a disfrutarla y a cuidarla, esto implicaría que les enseñarían a otros cómo se debe ejercer una buena ciudadanía.

Es un lugar que vale la pena visitar y conocer. Al comenzar el recorrido se ve todo bajo normalidad, tal y como se puede esperar: vendedores y gente caminando de ida o de venida, tiendas de muchas variedades, lugares para sentarse, puestos de comida y un parque infantil. ¿Un parque? Sí, efectivamente aquí se encuentra la primera peculiaridad de este bulevar moderno rescatado por PDVSA La Estancia. Este centro cultural ha venido ejerciendo una labor importante en el ambiente cultural  en la última década principalmente en la región capital del país. En la gestión del gobierno actual se ha impulsado y promulgado la importancia del arte y cultura venezolanos y se tomó como proyecto recuperar este bulevar que clamaba por ayuda a los gobernantes para recuperar el buen estado que le dio fama y que lo convirtió, en su momento, en un ícono de la ciudad de Caracas.

 El parque infantil es un espacio que refleja la globalización actual, que muestra su modelo de bulevar  moderno en el cual debe existir algo más que simples tiendas para comprar. Si se le pregunta a cualquier venezolano de los años ochenta o antes, lo más probable es que al mencionarles la idea de colocar un parque en un bulevar les parecería algo muy extraño y rechazarían la propuesta. Esto responde a los valores que se les han inculcado a las personas de esa generación a lo largo de su vida y al imaginario que cada uno tiene de ciudad.
Un poco más adelante en el bulevar dos jóvenes son atacados por los vendedores ambulantes que buscan día a día producir algo de dinero para llevar a sus casas.

Los jóvenes acceden a escucharlos, quizás con miedo, pero en fin escuchan las propuestas y terminan comprando el producto ofrecido. Tal y como lo menciona el autor Julio Ramos en su libro Desencuentros de la modernidad en América Latina “La flanería es un modo de entretenimiento distintivo de esas ciudades finiseculares, sometidas a una intensa mercantilización”. La sociedad venezolana encaja en esta descripción. Otro factor que puede llevar a los jóvenes y en general a cualquier persona a consumir los productos de los vendedores informales es la delincuencia, ya que se sabe la inseguridad tan grande que está viviendo el país. Según cifras dadas por el ministro de Interior, Tareck El Aissami, Venezuela cerró el año 2011 con un total de 14.092 asesinatos. Muchas personas prefieren comprar cualquier cosa que se les ofrece en lugar de correr el riesgo de que uno de estos vendedores sea un criminal y termine agrediéndolo físicamente debido a no “colaborarle”.

Prosiguiendo el recorrido se continúan viendo tiendas, locales de comida y gente, mucha gente caminando de un lado a otro, unos apurados y otros que parecen tener una intensión de recreación. Un poco más allá de la mitad del bulevar se encuentra la única representación del arte urbano, un graffiti con dos ratones y uno de ellos muy particular porque parece estar tocando una trompeta. Existen otros registros de arte ya que aproximadamente cada cuatro cuadras existen obras por el centro de la calle para la admiración de todos los que pasan y buscan promulgar el sentimiento de identidad y orgullo hacia los artistas plásticos venezolanos. (Cerca del final del bulevar se encuentra el aspecto más curioso: unas barras para hacer ejercicio).

 Esto si es innovación y globalización total. Esta es una idea completamente nueva ya que el concepto básico que se tiene de bulevar es un lugar de paseo y compras, pero ahora se le incorpora el ejercicio como atracción para llamar a la población a que lo visite. Y es un concepto bastante fresco e interesante que quizás si se sigue incorporando a lo largo del país puede recuperar el interés de la sociedad por los espacios públicos y su ánimo por salir y disfrutar en plenitud de estos espacios. Si existe alguna forma de mejorar un país, es cambiando la cultura y la forma de pensar de su sociedad. Los espacios públicos son escenarios que pueden ayudar en esta búsqueda. Partiendo de unos sitios en buen estado se pueden gestionar actividades que enriquezcan la cultura y que promulguen el sentimiento nacionalista y la búsqueda de un mejoramiento de las áreas tanto públicas como privadas. Una vez recuperado el interés de las personas por su ciudad se les puede fomentar una conciencia de ciudadanía para que actúen y se involucren políticamente con el país y, de esta manera, con una mayor cantidad de ciudadanos activos se pueden generar muchos más proyectos que generen un bien en la nación. 

(Por problemas en el blog no se pudieron montar las imágenes del siguiente ensayo) 

Ensayo por Cargil Cedeño




La naturaleza trajo consigo algo que benefició considerablemente a Venezuela, y esto fue el petróleo. La actividad petrolera fue un proceso de transición que afectó a todas las estructuras de la sociedad venezolana y adquirió una gran influencia en la parte económica, política y social del país. Esto trajo consigo, que poco a poco Venezuela se fuera transformando de un país pobre a un país modernizado, ya que muchas personas que vivían en las zonas aledañas se desplazaran a las ciudades, debido a que existían mayores fuentes de trabajo que les brindara más equilibrio en la economía de su hogar, ocasionando así que esas ciudades industrializadas de Venezuela fueran poco a poco convirtiéndose en ciudades modernas.
            Estas ciudades modernas trajeron como resultado mayor densidad de  población a la que existía hace muchos años atrás. En consecuencia de esto, los venezolanos han transformado su sitio para vivir, en una competencia de edificaciones cada vez más sofisticadas perdiéndose cada vez más la armonía arquitectónica y humana de la ciudad. Sumado a esto, la inseguridad en las ciudades no sólo ha motivado a no frecuentar ciertos espacios, sino que también por temor a ser asaltados, secuestrados o agredidos las personas se han ocultado en sus espacios privados para resguardar su seguridad. Esto se intensifica cada día más y es por ello que los venezolanos van a diferentes sitios de recreación cerrados sin tener ningún contacto con la naturaleza.

La modernización a través de las construcciones arquitectónicas de las ciudades ha ido opacando poco a poco la identidad del venezolano despojándolos de sus valores culturales y ocasionando así que su cultura fuera sustituida por una ajena a sus principios ya establecidos. Ya que cada vez convivimos menos con nuestros vecinos y ciudadanos. Pareciera que poco a poco nos estuviera molestando estar en espacios abiertos con personas ajenas a nuestros círculos más cercanos paradójicamente nos agrada estar confinados en un centro comercial comprando e incluso solo paseando entre la gente. Este fenómeno puede deberse a que nos parece que en un parque, paseo, monumentos naturales estamos más expuestos a que nos asalten y nos roben o incluso salir mal heridos.

En general, creemos que la “vigilancia” cercana de tanta gente en un centro comercial va a protegernos  de que un antisocial nos arruine la salida de esparcimiento. Y es por ello que los venezolanos ya no disfrutan de un área común como puede ser un parque nacional como el “Parque Nacional Los Chorros” debido al deterioro que existe en la sociedad gracias a la inseguridad. Este Parque Nacional Los Chorros, “era un suburbio muy frecuentado por lo atractivo de su paisaje mixto, clima fresco y los baños en pozos y quebradas que se consideraban excelentes para la salud, permitiéndoles a los caraqueños de la época disfrutar de las maravillas de la vida de campo” (http://www.inparques.gob.ve).

Además de esto, existe otro factor que influye en la poca visita de estos diferentes sitios de entretenimiento naturales. Y es debido a que en las ciudades las personas han desarrollado a través de la modernidad ciertas características que los hacen ver hoy en día como personas  mercantilistas, y han dejado de frecuentar los parques por la inseguridad que existe en cada uno de ellos. Por consiguiente, las personas se han dedicado a recorrer tiendas y demás cosas que existen en los centros comerciales. Y esto es lo que le llama el autor J.V. López del texto de Julio Ramos, “La flanería la cual es un modo de entretenimiento distintivo de esas ciudades finiseculares, sometidas a una intensa mercantilización que además de erigir el trabajo productivo y la eficiencia en valores supremos, instituyó el espectáculo del consumo como un nuevo modo de diversión.” Esto, a su vez, ha provocado que las personas sean altamente consumidoras a tal punto que visualicen un objeto y este mismo les produzca placer estético e incluso erótico.

Cabe destacar que los Parques Nacionales juegan un papel importante en cada una de las grandes “urbes” ya que sin ellos estaríamos expuestos a muchos cambios en nuestra atmosfera. Debido a que su vegetación, bosques entre otras cosas ayuda a atenuar el fenómeno llamado “Calentamiento Global”, causado principalmente por la quema de combustibles, la desforestación de los bosques y la sobrepoblación. Esta sobrepoblación está afectando a los terrenos de los parques ya que como no hay en existencia viviendas dignas las personas invaden los terrenos que pertenecen a los Parques Nacionales debido a la crisis económica que existen en el país.

Según García Canclini "Para que la globalización de la vida urbana se afiance y sea más que simples negocios inmobiliarios, financieros y mediáticos, sería necesario que se replantearan las relaciones de la política cultural con la esfera pública y con la ciudadanía. Si las tradiciones artísticas y artesanales, los museos y los barrios históricos, llegaran a formar parte de un proyecto de desarrollo urbano (y nacional) junto con los sistemas avanzados de comunicación e informática, serían otras las posibilidades de intervenir en los problemas de desintegración y desigualdad. Quizá cambiaría la imagen y la competitividad de la ciudad (y de cada país) en el exterior”. Finalmente hay que resaltar que los Parques Nacionales existen en cualquier parte de Venezuela no nada más para que los venezolanos disfruten de un día diferente para salir de la rutina de todos los días, sino también para que protejan a la atmosfera donde existe cada ser vivo (animales, seres humanos, entre otros). Hay que tomar en cuenta que las personas tienen la responsabilidad de cuidar los Parques porque a pesar que estén protegidos por las leyes de Venezuela han sido abusados por la mano humana.



(Por  problemas en el blog no se han podido subir las imágenes del siguiente ensayo)