viernes, 13 de julio de 2012

Caracas en blanco y negro Por Mijail Szczerban



La ciudad no es solamente un lugar que se habita por muchas personas, ella cobra una importancia simbólica para cada sujeto que se apropia de ella, que la siente suya: una mezcolanza de vivencias, recuerdos, añoranzas y sueños convierten a la ciudad en un factor medular para la vida de cada ciudadano. Caracas, la capital de Venezuela, principal centro político, administrativo y económico de la Nación, que a pesar de haber impulsado a muchas personas del interior del país a dejar sus tierras por venir en busca de la prosperidad, no escapa de las desigualdades y  discontinuidades a las que está expuesto todo el territorio nacional. Caracas se constituye en una ciudad de contrastes por excelencia, parece haber sido creada por los mismos que descubrieron la necesidad cuántica de que por cada partícula con carga positiva existente, debe existir una respectiva partícula con carga negativa asociada. 

Tediosa y casi imposible tarea la de definir a esta ciudad, cualquier adjetivo sería tan válido como fuera de lugar; la única característica omnipresente en ella es el contraste, la contraposición: Caracas puede ser tan hermosa como fea, puede seducirte con sus encantos, como puede también ahuyentarte con sus terrores. Por supuesto que todo esto es algo subjetivo, cada cabeza es un mundo y cada individuo está sujeto a coyunturas que pueden ser poco menos que opuestas a la de su vecino, cada sector de Caracas muestra una realidad específica que no necesariamente es la de otro sector, cada individuo tiene intereses, problemas y motivaciones propias que hacen darle un sentido diferente a su concepción de ciudad.

Es muy interesante apreciar la relación que tiene Caracas con la naturaleza, una metrópolis en la cual se estima que hacen vida más de 6 millones de seres humanos y en la que es obligada la presencia de algún área verde o aunque sea un árbol que te brinde su sombra, en cualquier zona que visites, una ciudad en la cual los sonidos de pájaros y chicharras se hacen presentes y contrastan con el rugir de los vehículos (solo hace falta cerrar los ojos por unos segundos para percatarse de ello). Una ciudad inmersa en un valle, desarrollada en las faldas del Ávila, tiene en su ADN la naturaleza, una característica de la cual jamás podrá deslindarse, un contraste deslumbrante entre lo urbano y lo natural que hacen olvidarte de la alienante rutina urbana para acercarte, aunque sea por un instante, a ti mismo, a tus raíces.             

 En Caracas, como prácticamente en toda metrópolis de la actualidad, existe una convergencia entre lo local, lo nacional y lo transnacional. Coexisten valores de los más diversos, vale la pena destacar que Caracas, además de haber acogido a personas de los más recónditos lugares del país, también se convirtió en hogar de gran cantidad de inmigrantes de las más diversas procedencias, desde Latinoamérica hasta de la Europa en la postguerra, tantas culturas coexistiendo han generado un enriquecimiento étnico y cultural magnífico. Los habitantes de la ciudad han demostrado ser también hartos consumidores de tecnología, superando la mayoría de los estándares latinoamericanos, sin embargo el factor limitante para el acceso a la tecnología, a mejoras en la calidad de vida y a una educación de calidad, es en gran medida el poder adquisitivo, evidentemente hay sectores que quedan rezagados, excluidos de esta dinámica.
Una de las diferencias más evidentes a simple vista es la existencia de distintos sectores o clases sociales, la brecha inmensa que hay entre sectores que pueden colindar,  la marginalidad llevada a su máxima expresión, personas con carencia de lo más elemental frente al más desenfrenado despilfarro, gasto superfluo y exhibicionista. Evidentemente hay matices dentro de Caracas, pero esta reflexión va enfocada esencialmente hacia los contrastes y las grandes diferenciaciones que son una realidad ineludible dentro de esta ciudad, a pesar del esfuerzo sobrehumano de algunos por hacerse la vista gorda. Gobiernos van y gobiernos vienen pero las necesidades siguen allí, la herida sigue intacta y la situación no parece tener coto, cabe espacio para especular y preguntarse cuál es la causa de este problema, teorías basadas en el provecho político que se le puede sacar a la necesidad humana existen, sin embargo, es muy difícil concebir que algo así pueda ocurrir, los desequilibrios están claramente asociados a la política, por alguna razón no ha habido acciones certeras para atacar este problema.

La educación es un factor esencial que se debe tomar en cuenta, está asociado directamente con la igualdad de oportunidades, una persona formada buscará la manera de salir adelante; la redistribución de la riqueza es otro factor de capital importancia a la hora de pensar en una sociedad más justa, no se trata de regalarle nada a nadie, sino de dar las oportunidades y el apoyo necesario para que cada quien pueda surgir: por más conocimientos, capacitación, buenas ideas y empeño en trabajar que tenga una persona, si no cuenta con los recursos iniciales necesarios no podrá avanzar. El mercado no tiene por qué desaparecer, de hecho puede jugar un papel interesante en la redistribución de recursos, lo que sí debe existir es un control efectivo por parte del Estado que corrija los desequilibrios y vele por el bien común de la sociedad, recordemos que esta es la función primaria del Estado.  

El poblamiento de Caracas sin planificación ni controles ha sido una realidad desde hace mucho tiempo, quizás los últimos esfuerzos con resultados claros fueron hechos durante la dictadura de Pérez Jiménez, en los tiempos del llamado proceso desarrollista, con construcciones de gran envergadura y en el cual la presencia de ranchos se había reducido a la mínima expresión, luego de la caída del régimen perejimenista, con el “plan de emergencia”, programas similares, la falta de empleo y servicios básicos en el interior de Venezuela, se incentivó la migración masiva de personas del campo hacia la ciudad, sin la más mínima planificación urbana y sin la presencia de programas dedicados a ayudar a la inserción laboral de estas, lo que trajo como consecuencia la marginación y la exclusión de grandes sectores. Sin embargo, el profesor Ignacio Cardona sostiene que ciertamente la ciudad de Caracas sufrió un gran aumento en su población luego del boom petrolero y que el desorden ha sido una constante en la ciudad, no obstante sostiene que no es cierto que la población sea un problema per se, la cantidad de población no es tan grande considerando el área total de la ciudad, Cardona hace referencia a una frase muy común en los caraqueños en los días de asueto “Que hermosa es la ciudad vacía”, vale la pena preguntarse si ese “vacío” responde a la ausencia de personas o a la ausencia del congestionamiento, ruidos, etc. Me inclino por la segunda opción, una ciudad sin personas no tendría razón de ser, el hombre es un ser sociable por naturaleza. Entonces podemos inferir que el problema radica en el caos de la ciudad, en el bullicio, el estrés, la contaminación y tantos elementos que bombardean al ciudadano en su día a día. La solución tiene que venir dada por la planificación urbana, medios de transporte masivos eficientes que hagan superfluo el uso de automóviles particulares, etc.

El transporte público es un elemento de vital importancia para una ciudad, todos los habitantes de ella deben trasladarse de una parte a otra, ya sea para ir a sus lugares de trabajo, hacer diligencias, actividades de esparcimiento, entre otras. Muchas veces las distancias que se deben recorrer son muy extensas y se debe recurrir a medios de transporte, surge el inconveniente de que es simplemente imposible, insostenible que todos los habitantes de la ciudad cuenten con un automóvil, en cuyo caso se debería pensar si la ciudad está hecha realmente para las personas o para los automóviles por toda la infraestructura que estos acarrean. El desarrollo de la ciudad debe estar en consonancia con el desarrollo de un sistema público de transporte eficiente, a todos los niveles, es un factor que eleva sustancialmente el nivel de vida de los ciudadanos y su interacción con la ciudad, con otras personas, ya que el medio de transporte público también se constituye en un espacio público y su mejoramiento redundará en el bienestar de los habitantes de Caracas. También hay que considerar que humana caminar o trasladarse en bicicleta no es un delito, la locomoción con tracción es la forma más económica y saludable de ir de un lugar a otro.

El contraste puede ser algo magnífico a la hora de apreciar un entorno, permite estimar con mayor claridad la realidad, da un punto de comparación directo; aunque cuando hablamos de que el contraste es el creado por seres humanos que viven en la miseria y otros que viven en una vida de despilfarro desenfrenado debemos por lo menos hacernos la pregunta de si las cosas marchan bien, no hace falta ser muy letrado para comprender que las grandes diferencias entre las distintas clases sociales y la exclusión genera un caldo de cultivo para un desastre, una tensión, una pugna por obtener lo que el otro tiene, y un miedo por la posibilidad de que alguien atente contra lo que es de uno (dos caras de la moneda).
Ante esta realidad podemos tomar el camino fácil y cerrar los ojos, discriminar “lo bonito” de la ciudad para que sea lo único de lo que nuestra visión se percate o dar un paso al frente e intentar comprender dicha realidad, enfrentarla, aunque quizás sea imposible cambiarla, siempre el primer paso para resolver un problema es aceptar su existencia. Las grandes diferenciaciones son un problema que viene arrastrando desde hace muchas décadas, nuestra generación no es la culpable de estos males, pero sí es responsable de luchar porque esta realidad cambie. Más allá del mundo de las percepciones, la cruda realidad es esa, probablemente no sea una excepción dentro de las grandes metrópolis del mundo pero aun siendo así, nosotros no debemos seguir modelos por simple inercia, debemos hacer uso de nuestra capacidad crítica, de nuestra esencia ciudadana y política para acabar con las injusticias.

Para concluir, es importante resaltar que la modernidad ha traído grandes avances que se traducen en mejoras sustanciales en el nivel de vida de los ciudadanos, no se trata de satanizar estos avances, pero sí de cuestionarnos frente a la realidad que se evidencia en toda la ciudad, esas discontinuidades sociales y la exclusión de grandes sectores a la dinámica de desarrollo son inaceptables si nos proponemos construir una sociedad justa y en la cual prevalezca el interés común. Por otro lado, dejando a un lado la temática social, los contrastes que caracterizan a la ciudad de Caracas no son un problema, todo lo contrario, enriquecen a la metrópolis, una ciudad es justamente diversidad, convergencia de distintas concepciones, formas de pensar y estilos. Sí se puede construir una ciudad más armoniosa, más habitable, más humana, y precisamente uno de los rasgos más humanos es la diversidad y el antagonismo, pero siempre considerando la existencia del otro. La empatía es un gran compañero para formar un criterio.










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