Aquella mañana me
encontraba en ese lugar, dueño de distintos tipos de vegetación que me
hipnotizaban, rico en las más bellas flores que he observado y llena de cierta
fauna que la hacía particular, en esa montaña - El Ávila- Necesitaba aislarme
(al menos unas horas) de la rutina del día a día, del caos y ruido de la ciudad
y despejar mi mente; al transcurrir las horas, luego de largas caminatas en
aquel especial lugar pude hacer reflexión y comprender todo lo que Caracas puede
ofrecer, no solamente a mí sino a todos en general; todo lo que mi ciudad
representa.
Con un clima fresco y un paisaje que podía
tornarse idílico, lo celeste del cielo y la amplia vista de la ciudad se
mezclaban para hacer de aquel momento algo memorable. Desde distintos puntos de
El Ávila percibí grandes extensiones de terreno de Caracas donde pude
identificar ciertas zonas, sectores, edificaciones y otras infraestructuras
emblemáticas y recordar, dependiendo de lo que veía, experiencias y situaciones
que he vivido a lo largo del tiempo; simplemente un lugar perfecto para pensar.
Al estar allí, pude analizar cómo la
modernidad ha tenido gran influencia en la ciudad, un ejemplo de esto sería El
Ávila, ya que en épocas pasadas los ciudadanos subían esta montaña con la
finalidad de ejercitarse, distraerse, alejarse por unas horas de la ciudad en
sí, pasar tiempo con la familia, entre otras actividades teniendo en poca
consideración la idea de trasladarse a este lugar con la obligación o el factor
fundamental de ejercer algún intercambio comercial.
A pesar de esto, hoy en día este aspecto
ha cambiado de cierta forma, ya que, aunque los objetivos de subir a El Ávila
siguen siendo las mismos, las personas están conscientes que al estar allí van
obligatoriamente a adquirir algún producto, bien sea un recuerdo por el paseo,
algún alimento, bebidas y entretenimiento de algún tipo (como la pista de
hielo) e incluso, como suele suceder muchas veces, el viaje en el teleférico.
Además del aspecto comercial que se
presenta en la montaña, la modernidad también se ve reflejada en la
infraestructura, como en el Hotel Humboldt (donde muchas veces se han realizado
fiestas navideñas, convenciones y diversos eventos), restaurants de distintos
tipos y uno de los más notorios aportes de la modernidad en este lugar es el
teleférico, pues este ha otorgado a las personas facilidad para trasladarse al
lugar.
Sin embargo, estos aspectos de la
modernidad no solo son propios de este lugar, sino que al transcurrir el tiempo
Caracas, en sus diversos sectores y zonas, ha ido adquiriendo características
similares a las que se presentan en El Ávila, desde el punto de vista comercial,
de servicios y arquitectónico.
Pero, no solo posé mi mirada y atención en
todo esto, hubo algo más allá de aquello relacionado con el ambiente que me
rodeaba, algo que despertó ciertas emociones, preguntas y anhelos que no sabía
que podía llegar a presentar con respecto a esta ciudad; a lo que hago
referencia es a las distintas personas que pude observar y con las que compartí
durante ese día, no solamente en un aspecto superficial, sino en un ámbito más
extenso como su comportamiento, formas de ser (o al menos lo que demostraban),
conjunto de culturas y esencia que transmitían cada uno de estos individuos al
lugar.
Para decirlo en una palabra, unidad era lo que me transmitían las
personas que se encontraban en El Ávila. El trato amable de cada individuo, el
hecho de que personas distintas en cuanto a clases sociales, razas, tribus urbanas,
etc. compartieran entre sí, sin miedo a los otros, sin prejuicios, sin rechazo,
la carencia del ambiente caótico y la tranquilidad que se percibía, la alegría
que en general todos transmitían y el ambiente cálido que generaban era algo
con lo que siempre había soñado, con lo que me sentí identificada.
Paseaba por las decorados caminos y
observaba algo distinto a lo que veía siempre en la ciudad como tal, podía visualizar a las
personas con una actitud más pacífica, tranquila y alegre; personas que no se
conocían colaboraban entre sí y los adultos, niños y ancianos reían, las
familias y parejas caminaban sin preocupación, como si su objetivo realmente
era el disfrute y pasar un momento agradable.
Así mismo, pude llegar a percibir, a través
de las distintas presentaciones culturales que ciertas personas ofrecían al
público, que el arte nos unía, nos acercaba como ciudadanos, nos vinculaba, lo
que me hizo pensar que la cultura nacional para nosotros sí es un factor de
relevancia, un aspecto que si nos interesa y sí lo tenemos en mente, pero es
necesario que como sociedad lo sigamos
fomentando y ayudemos a impulsar su aprecio.
Entonces me pregunto, ¿por qué cuando estaba
en la ciudad no profundizaba y visualizaba todo esto tan maravilloso que
percibí en esa montaña? Creo que la respuesta recae en que nos enfocamos
primordialmente en los aspectos que hacen menos agradable a la ciudad, como las
largas horas que pasamos en las distintas vías de tránsito debido al tráfico,
el desorden generado por la multitud de personas que habitan la ciudad, la
basura que se genera, el grado de deterioro de algunas infraestructuras, la
inseguridad, entre otros, y dejamos a un lado el hecho de ver más allá de todo
esto.
Pienso que el comportamiento que las
personas presentaron en El Ávila es nato en
nosotros como ciudadanos caraqueños, pertenecientes a cualquier sector
de la ciudad, solo que lo ocultamos, no lo demostramos y una de las principales
causas es la segregación racial y de clases que nosotros mismos creamos, la
discriminación y polarización (tanto económica como política) y la
generalización, lo cual ha propiciado cierto resentimiento entre nosotros, pero
¿por qué actuar así? ¿por qué no dejar ese miedo que se tiene por lo que se
cree diferente y aceptar a los otros por lo que son? ¿por qué no comportarnos
siempre como lo hacemos cuando vamos a disfrutar un sábado o domingo a El Ávila?
son preguntas que todos debemos hacernos y reflexionar, pues al cambiar estas
actitudes podemos hacer la diferencia en cuanto a lo que se vive en la ciudad y
podríamos percibirla en toda su extensión como la percibimos en el Ávila.
Al finalizar mi trayecto a El Ávila pude darme
cuenta de lo que es Caracas para mí y comprender lo que en realidad yo percibo
de ella. Para mí Caracas es una mezcla de culturas, un conjunto impresionante de
personas que individualmente aportan algo distinto y particular a la ciudad,
donde a pesar de los inconvenientes que se presentan (pues no todo puede ser
completamente bueno), estos hacen a la misma única y proporcionan cierto
equilibrio y donde en cada uno de nosotros hay un sentimiento que nos une y que
nos impulsa a salir adelante, simplemente debemos sacarlo a la luz.
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