viernes, 13 de julio de 2012

Una Caracas Ideal Por Mariana Lume



Aquella mañana me encontraba en ese lugar, dueño de distintos tipos de vegetación que me hipnotizaban, rico en las más bellas flores que he observado y llena de cierta fauna que la hacía particular, en esa montaña - El Ávila- Necesitaba aislarme (al menos unas horas) de la rutina del día a día, del caos y ruido de la ciudad y despejar mi mente; al transcurrir las horas, luego de largas caminatas en aquel especial lugar pude hacer reflexión y comprender todo lo que Caracas puede ofrecer, no solamente a mí sino a todos en general; todo lo que mi ciudad representa.
   Con un clima fresco y un paisaje que podía tornarse idílico, lo celeste del cielo y la amplia vista de la ciudad se mezclaban para hacer de aquel momento algo memorable. Desde distintos puntos de El Ávila percibí grandes extensiones de terreno de Caracas donde pude identificar ciertas zonas, sectores, edificaciones y otras infraestructuras emblemáticas y recordar, dependiendo de lo que veía, experiencias y situaciones que he vivido a lo largo del tiempo; simplemente un lugar perfecto para pensar.
     Al estar allí, pude analizar cómo la modernidad ha tenido gran influencia en la ciudad, un ejemplo de esto sería El Ávila, ya que en épocas pasadas los ciudadanos subían esta montaña con la finalidad de ejercitarse, distraerse, alejarse por unas horas de la ciudad en sí, pasar tiempo con la familia, entre otras actividades teniendo en poca consideración la idea de trasladarse a este lugar con la obligación o el factor fundamental de ejercer algún intercambio comercial.
     A pesar de esto, hoy en día este aspecto ha cambiado de cierta forma, ya que, aunque los objetivos de subir a El Ávila siguen siendo las mismos, las personas están conscientes que al estar allí van obligatoriamente a adquirir algún producto, bien sea un recuerdo por el paseo, algún alimento, bebidas y entretenimiento de algún tipo (como la pista de hielo) e incluso, como suele suceder muchas veces, el viaje en el teleférico.
     Además del aspecto comercial que se presenta en la montaña, la modernidad también se ve reflejada en la infraestructura, como en el Hotel Humboldt (donde muchas veces se han realizado fiestas navideñas, convenciones y diversos eventos), restaurants de distintos tipos y uno de los más notorios aportes de la modernidad en este lugar es el teleférico, pues este ha otorgado a las personas facilidad para trasladarse al lugar.
     Sin embargo, estos aspectos de la modernidad no solo son propios de este lugar, sino que al transcurrir el tiempo Caracas, en sus diversos sectores y zonas, ha ido adquiriendo características similares a las que se presentan en El Ávila, desde el punto de vista comercial, de servicios y arquitectónico.
     Pero, no solo posé mi mirada y atención en todo esto, hubo algo más allá de aquello relacionado con el ambiente que me rodeaba, algo que despertó ciertas emociones, preguntas y anhelos que no sabía que podía llegar a presentar con respecto a esta ciudad; a lo que hago referencia es a las distintas personas que pude observar y con las que compartí durante ese día, no solamente en un aspecto superficial, sino en un ámbito más extenso como su comportamiento, formas de ser (o al menos lo que demostraban), conjunto de culturas y esencia que transmitían cada uno de estos individuos al lugar. 
     Para decirlo en una palabra, unidad era lo que me transmitían las personas que se encontraban en El Ávila. El trato amable de cada individuo, el hecho de que personas distintas en cuanto a clases sociales, razas, tribus urbanas, etc. compartieran entre sí, sin miedo a los otros, sin prejuicios, sin rechazo, la carencia del ambiente caótico y la tranquilidad que se percibía, la alegría que en general todos transmitían y el ambiente cálido que generaban era algo con lo que siempre había soñado, con lo que me sentí identificada.
     Paseaba por las decorados caminos y observaba algo distinto a lo que veía siempre en la  ciudad como tal, podía visualizar a las personas con una actitud más pacífica, tranquila y alegre; personas que no se conocían colaboraban entre sí y los adultos, niños y ancianos reían, las familias y parejas caminaban sin preocupación, como si su objetivo realmente era el disfrute y pasar un momento agradable.


     Así mismo, pude llegar a percibir, a través de las distintas presentaciones culturales que ciertas personas ofrecían al público, que el arte nos unía, nos acercaba como ciudadanos, nos vinculaba, lo que me hizo pensar que la cultura nacional para nosotros sí es un factor de relevancia, un aspecto que si nos interesa y sí lo tenemos en mente, pero es necesario que como sociedad  lo sigamos fomentando y ayudemos a impulsar su aprecio.
   Entonces me pregunto, ¿por qué cuando estaba en la ciudad no profundizaba y visualizaba todo esto tan maravilloso que percibí en esa montaña? Creo que la respuesta recae en que nos enfocamos primordialmente en los aspectos que hacen menos agradable a la ciudad, como las largas horas que pasamos en las distintas vías de tránsito debido al tráfico, el desorden generado por la multitud de personas que habitan la ciudad, la basura que se genera, el grado de deterioro de algunas infraestructuras, la inseguridad, entre otros, y dejamos a un lado el hecho de ver más allá de todo esto.
      Pienso que el comportamiento que las personas presentaron en El Ávila es nato en  nosotros como ciudadanos caraqueños, pertenecientes a cualquier sector de la ciudad, solo que lo ocultamos, no lo demostramos y una de las principales causas es la segregación racial y de clases que nosotros mismos creamos, la discriminación y polarización (tanto económica como política) y la generalización, lo cual ha propiciado cierto resentimiento entre nosotros, pero ¿por qué actuar así? ¿por qué no dejar ese miedo que se tiene por lo que se cree diferente y aceptar a los otros por lo que son? ¿por qué no comportarnos siempre como lo hacemos cuando vamos a disfrutar un sábado o domingo a El Ávila? son preguntas que todos debemos hacernos y reflexionar, pues al cambiar estas actitudes podemos hacer la diferencia en cuanto a lo que se vive en la ciudad y podríamos percibirla en toda su extensión como la percibimos en el Ávila.
     Al finalizar mi trayecto a El Ávila pude darme cuenta de lo que es Caracas para mí y comprender lo que en realidad yo percibo de ella. Para mí Caracas es una mezcla de culturas, un conjunto impresionante de personas que individualmente aportan algo distinto y particular a la ciudad, donde a pesar de los inconvenientes que se presentan (pues no todo puede ser completamente bueno), estos hacen a la misma única y proporcionan cierto equilibrio y donde en cada uno de nosotros hay un sentimiento que nos une y que nos impulsa a salir adelante, simplemente debemos sacarlo a la luz.

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