Una
sociedad sometida por la publicidad, la cultura del fetichismo, políticas
populistas que apoyan el desarrollo de la sectorización entre sus habitantes y la
falta de cultura de tolerancia, justifican
la violencia de Caracas y su poca creencia en la educación. Problemas
tales como la inseguridad y el facilismo son aspecto que convergen en la Caracas
que agoniza entre la esperanza de pocos que aún luchan y creen en una sociedad
mejor, una sociedad sin miedo, con habitantes políticos y orgullosos de sentir
la ciudad y lo que ella ofrece. Caracas como su cielo nocturno, muchas veces
ahogado entre la contaminación, representa en sí misma una gran diversidad de posibilidades
que generalmente el caraqueño no reconoce. La contaminación que no permite en
las noches de nuestra ciudad apreciar sus puntos cardinales, en los cuales
gracias a nuestra ubicación geográfica
es posible ver las estrellas de
la vía láctea y el resto universo brillar junto a esos tres puntos resaltantes
del cielo caraqueño, hacen en fondo y forma la interpretación de Caracas
como un ciudad de sueños, de aprendizaje
por lo diferente y administración de los recursos disponibles en las crisis
como oportunidades de progreso y
fortalecimiento de nuestra cultura.
Caracas
es representada por la convergencia de
millones de personas que habitan en ella, es una cultura subjetiva interpretada
por su naturaleza que brilla y brota en el cielo, entre el concreto y se
expande a través de cada uno de los que
habitamos en ella. Así como el smog de los miles de automóviles que circulan
día a día en las calles de Caracas, nosotros le quitamos y lo ponemos vida a
nuestro cielo, al brillo de las estrellas que se podría ver en muchas noches
sobre nuestra ciudad, pero intrínsecamente, por diversas razones, hemos
conquistado las montañas caraqueñas, unas llamadas colinas y otras reconocidas
como cerros y que ambas se confunden cada noche entre el horizonte oscuro y son
observadas como estrellas que irradian
su grandeza, su potencialidad y
embellecen la ciudad.
Caracas,
es una realidad distinta a cada ciudad de Latinoamérica, a cada lugar del
mundo, ella en el día representa un
caos producto del ritmo del mercado
acosador y el consumismo, en donde pareciera
que cada persona debate
constantemente con las tentaciones que
ofrece el marketing y es frágil al no
poseer dinero, pero, a su vez, es una prueba de esperanza para cada persona que
vive en ella y lucha día a día con dicha dinámica y no se cansa para encontrar
razones que justifiquen las ganas de salir y seguir adelante.
Sus
casas marrones sobre las montañas en el
día pueden apreciarse como un símbolo de esperanza, en el cual cada mañana las
personas que allí habitan son parte de
la marginalidad de la ciudad y en la noche las luces de sus casas deslumbran y consiguen
confundirse con el cielo, para así representar a Caracas como la belleza
natural de su espacio aéreo, en belleza y dinámica, en esperanza y libertad.
El
espacio aéreo de Caracas, es decir, el cielo que podemos divisar en nuestra
ciudad, posee el privilegio de contener
las estrellas de la vía láctea y el resto del universo, es decir, la diversidad
astronómica en sí misma nos permite observar una de las bellezas de la
naturaleza, además de poder divisar tres puntos sobresalientes de color rojo,
blanco amarillento y azul que son los
planetas, Marte, Júpiter y Plutón, respectivamente. El universo es un espacio
aún desconocido para el hombre en muchos aspectos, la energía se transforma
continuamente y se esparce con colores brillantes en él, estrellas mueren y explotan y le dan
origen a otras galaxias para así continuar
lo que es el ciclo desconocido del universo.
Las luces de Caracas son el espejo de las estrellas que irradian sus colores
sobre nosotros, pero debido a la contaminación y el ritmo agobiador de los
caraqueños se hace imposible apreciar lo que Caracas representa desde el aire,
es decir un horizonte de esperanza
producido por la divergencia de lo diferente y muchos modos de vidas en un mismo espacio.
Caracas
dejo de ser la ciudad de los techos rojos para pasar a ser la ciudad de las
cifras rojas, de las montañas rojas de día, un lugar en el cual la política es el café de cada mañana pero el ser político es
una utopía. La educación paso del plano de superación al modelo más lento para
salir adelante pero claro está, como Eliseo Diego da entender en su micro-texto de Literatura
Latinoamericana, si es posible sentirse
extranjero en nuestra propia ciudad debido a lo que percibimos nos hace tan
ajenos ya que representa lo que no queremos.
Nuestra
ciudad es un espacio como nuestro cielo, en él la dinámica del día a día logra alcanzar niveles de energías tan altos que el delirio entre los habitantes(o
la falta de cultura y educación) hace que el facilismo se haya convertido en
una filosofía de vida para muchos, a tal
punto que las balas de los barrios y las colinas brillan como las estrellas
fugases que se expanden por nuestro espacio llamado ciudad. El universo
encendido no brillaría, perdería su belleza, así como Caracas lo hace al
despertar y ver el producto de las hermosas estrellas fugaces de la noche que
al apagarse dejan cifras escandalosas y enlutan la ciudad de una realidad que
no reconocemos así como no reconocemos lo que es nuestro cielo en sí. En promedio en los últimos 13 años han
ocurrido más de cien mil muertes violentas en nuestra Gran Carcas y desde el quince
de junio del presente año hasta el lunes
veinticinco de junio han ingresado ciento ochenta y cinco cadáveres a la
morgue de Bello Monte.
Vivir
en Caracas es realmente una aventura que hace que los sueños surjan sin
importar que una estrella fugaz, a la velocidad de una bala apague la aventura
de cada persona, de cada caraqueño que enfrenta la misma realidad en diferentes
puntos cardinales en el cual convergen y divergen las personas y elementos que
nos identifica como una ciudad moderna que aspira ser, de una vez por toda
asumida como una realidad distinta al resto de las ciudades del mundo. El
caraqueño crítico y de cambio desea que cada persona que habita en su ciudad se
convierta en un ser crítico y que entienda
que la magnitud de nuestros problemas depende de la calidad de nuestras
decisiones.
Finalmente,
me atrevo a representar a Caracas como varios
elementos de inspiración que me llevan a
pensar que ella es más grande de lo que se ve, que es en gran medida lo que puede conocer el hombre como sinónimo de
belleza, respeto y empatía por conquistar un lugar donde la libertad es una oportunidad de sentirse bien y a la
vez un riesgo para la seguridad. Caracas es como volar de cabeza e ir conquistando el cielo, impone una gran
diversidad de cultos y paisajes que se ve expresado en una planta que sale del
concreto, cautiva como un graffiti de sentimientos en medio del
río Guaire y entre millones de personas existen aún algunas que trabajan y
sueñan en construir un país mejor.Caracas me inspira para trabajar por defender
nuestra cultura pero me ahoga y no me deja apreciar un punto de encuentro con
lo que no invade mi espacio, es decir el cielo de esta ciudad que es un punto de encuentro con la belleza del mundo
que nunca se apagará, es decir las estrellas de nuestro cielo.
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