sábado, 14 de julio de 2012

Ensayo Por Maria Victoria Pérez


La ciudad que observo es una ciudad difusa, perdida entre tanto caos… la ciudad que miro posee saltos tan vertiginosos que paso de sentirme segura a insegura en el transcurso de una cuadra, el constante bombardeo de mercancía, parece que fuese ilegal dejar una pared en blanco y sin publicidad, a la vuelta de la esquina se me presenta un plano visual totalmente distinto del previamente recorrido. Dicen que las ciudades son creadas por el hombre y también que cada hombre ve la ciudad desde un punto de vista totalmente diferente al de otros, lo que me lleva a preguntarme ¿Qué mensaje estoy absorbiendo yo de la ciudad? ¿Cuál es mi punto de vista particular sobre esta ciudad que vivo y al mismo tiempo me vive día a día? En principio me aclaro que esta ciudad me habla utilizando una simbología especial codificada en tres ámbitos visuales y que para entenderla tendría que estar muy atenta y cuestionarme todo lo que me presentase.

Salgo del edificio donde vivo, camino por una acera limpia y adornada de árboles, paso por un parque donde los niños juegan y los amos pasean a sus perros. Siempre verás la eterna imagen de jóvenes jugando al fútbol, todo está tranquilo -parece que vivimos en paz- hasta aquí todo bien; cruzo la esquina y me encuentro en la calle y ¡BAM! Una ola de motorizados, ¡Vaya tráfico tan apretado! Inmediatamente diría que la ciudad es muy agresiva pero he decidido no quedarme con una ligera primera impresión y por esto, sigo mi camino recorriendo la ciudad, no dejando que me la relaten sino viviéndola.

Es bastante común escuchar a la gente hablar de que la calle es muy peligrosa, que es mejor quedarse en casa, que atracaron la semana pasada al primo de la tía del vecino, que si vas a salir que sea con el carro mejor y por supuesto hay otros que defienden la posición contraria: si sales con el carro te lo van a robar. Y yo que soy bastante curiosa me pregunto: ¿Realmente estamos tan mal? ¿Cuál es el origen de tanto miedo a salir a la calle? Creo que nadie en su sano juicio puede permanecer dentro de una edificación por más de una semana, el ser humano necesita comunicarse con los demás, tener relaciones interpersonales, compartir con otros y con su ciudad directamente.

Mi experiencia particular fue la de visitar el Teatro César Rengifo y el Casco Colonial de Petare, al principio debo admitir que no estaba muy convencida y seguro ustedes tampoco lo estarían cuando se vieran en pleno metro de Petare rodeada de un ejército de buhoneros, calles malolientes, montones de gente y su atropello constante, conductores pendencieros y transgresores, la señalización vial parece un mal chiste, no cabe más basura en la calle, éstas están vejadas y ultrajadas al punto de que surgió en mí una interrogante ¿Será que esta gente no quiere su ciudad? Creció la duda y prontamente la duda se convirtió en indignación: A ellos nada le importaba cuidar su espacio.

¿Y por qué no? Luego centré mi atención en lo que para mí era la seguridad: una muralla entre la urbanización y el barrio y entendí; la gente se siente marginada y humillada por todos los que alimentan cada día su odio, que creen ser mejores que ellos, por los que ni los miran , por los que están armados para protegerse de ellos, que mantienen los vidrios de su automóvil arriba, por los que cierran calles para evitar que cualquiera entre, que no tienden la mano y hacen caso de toda la basura comunicacional de los medios amarillistas de este país, políticos manipuladores que sólo desmiembran a la sociedad, su trabajo es prácticamente el de distanciar aislándonos por clases sociales. Como si realmente lo que importase fuese el dinero y como si éste te convirtiera en una mejor persona, como para clasificarte según cuanto tengas.

Aquí es donde entran a la escena los medios de comunicación, todos sabemos que éstos son de gran ayuda al momento en que se quiere transmitir un mensaje y que éste sea difundido rápida y efectivamente a toda la población –porque sí, es bien sabido que en este país personas que viven en rancheríos acceden al mundo audiovisual a través del televisor y más allá de eso, que poseen señal de televisión por cable, es decir, realmente este medio está al alcance de todos, todos se enteran de lo que ocurre en el país antes de salir de sus casas por la mañana.- pero pocos se detienen a analizar de qué manera transmiten la información y mucho menos con qué finalidad, ¿Son realmente tan profesionales e imparciales como dicen ser?

 Lo cierto es que la respuesta de la pregunta anterior es una negativa ¿Por qué? Es simple, nunca he sido muy amante de ver televisión pero tan sólo basta con encender uno y sintonizar un canal del Estado e inmediatamente te transportará a un escenario utópico al mejor estilo DisneyWorld; también puedes optar por colocar un canal de la oposición aunque no te lo recomiendo, a menos de que seas fiel seguidor de las películas de guerra y destrucción, en cuestión de minutos te sentirás parte del elenco de “2012” o de cualquier otra que relate el  fin del mundo pero que no te tomen por tonto, hay quienes viven acrecentando el odio entre clases sociales, exagerando los índices de violencia, implantando el terror a diestra y siniestra. 
He notado que la ciudad parece acecharnos, vivimos alarmados y ante tanto revuelo, el hombre como ser simbólico siempre busca comunicar su opinión y pensamiento a través de diferentes medios y ya en este punto, luego de pasear y recorrer un poco más de la ciudad, puedo decir que existen en este país dos tipos de personas: las que se dejan amedrentar por todo lo que se dice en las calles, los medios de comunicación, que se esconden de la ciudad y otros que la promueven, que escuchan el rumor de sus calles, que la conocen y la viven en total libertad.

 Una muestra de éste último grupo de personas son aquellas que incentivan a la población a ser ciudadanos al patrocinar caminatas, carreras, que construyen teatros en diversas zonas y ,sobretodo, donde más se necesita (como el teatro César Rengifo ubicado en Petare), todos aquellos que intervienen a la ciudad para manifestarse así como los graffers con un estilo inteligente como Banksy, los del grupo Ciclo Guerrilla Urbana o Masa crítica, los ciclistas, los maratonistas, corredores de fin de semana y todas aquellas personas que día a día transitan, viven y sienten la ciudad.


Muchos alardean de una supuesta post-modernidad, de que hemos alcanzado y superado esta “modernidad” pero realmente hasta que haya algo más que un edificio lujoso y admirable, las cosas no van a mejorar. Se cree firmemente que la globalización y modernización son lo mismo y que por ser un país globalizado somos instantáneamente un país moderno y la verdad es que no es así, si bien la globalización trae consigo algo de modernidad: la presencia de las empresas extranjeras, que benefician al capitalismo como característica económica de la modernidad; se deja de lado otras tantas como la ciudad a modo de escenario social (esta ha quedado en segundo plano), la ciencia y tecnología (que no es creada aquí sino importada), entre otras. Nos ha interesado más  quedarnos con la cara bonita, con las apariencias que con el verdadero progreso y mientras servimos a otros países para que sigan creciendo y alcanzando cada vez mejores estándares de vida como primer mundo, nosotros estamos felices porque cambiamos oro por espejos tal como en la época de la conquista.   

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