domingo, 15 de julio de 2012

Ensayo sobre mi visita al pueblo de El Hatillo Por Jorge Marcano


Con todo el inevitable estrés de nuestras vidas, la situación de nuestro país y el constante encierro en el que vivimos, a la mayoría de los caraqueños actualmente a veces se nos olvida que existen sitios donde podemos disfrutar y apreciar nuestra ciudad, sin necesidad de pagar ni encerrarnos en algún centro comercial o residencia. Lo digo por experiencia, soy de los que frecuenta el cine, los centros comerciales y las casas de mis amigos y debido a esto he dejado de conocer mi ciudad y de disfrutarla como lo que es. La vida urbana es un aspecto indispensable para cualquier ciudadano, y con vida urbana me refiero a formar parte de la ciudad, y no de manejar el carro con los vidrios cerrados en el camino a la oficina, la universidad, el Centro Comercial, etc. La vida se vuelve monótona si nos limitamos a esta rutina. Hay que disfrutar y conocer los espacios abiertos de la ciudad que nos permiten escapar de nuestra rutina diaria a un mundo distinto, un mundo en el que somos verdaderos ciudadanos. Mi visita al pueblo de El Hatillo me hizo darme cuenta de esto.

Al llegar al pueblo fui directo a la plaza Bolívar desde donde comenzaría a pasear  el resto del lugar. El ambiente de la plaza es el claro ejemplo de que no es necesario consumir ni gastar para poder disfrutar de nuestra ciudad; la gente sentada, niños jugando y para mi suerte, una señora en el centro de la plaza haciendo una especie de espectáculo para todos los que ahí se encontraban, con juegos, trucos de magia y demás. Podemos observar que no es necesario estar encerrados en un centro comercial para divertirnos o relajarnos, más aún, en el Centro Comercial se nos obliga a consumir para poder sentarnos en un local y relajarnos, la plaza proporciona esto de gratis, y además nos incorpora en el ámbito urbano y permite disfrutar la ciudad estando dentro de ella.

Al cruzar la calle que bordea el pueblo se encuentra la Iglesia, con una fachada antigua y decorada con flores por el exterior. La forma en la que está estructurado el lugar se asemeja a la que se utilizaba al construir pueblos más antiguos, en forma de cuadrícula, con la plaza en el centro, y la iglesia  tangente a la misma. Luego pasee por alrededor de la plaza, donde se encontraban una gran cantidad de locales de arte y de comida, desde pequeños restaurantes hasta otros más grandes con música en vivo inclusive. Todo esto causaba que el lugar venda una imagen de pueblo y te haga sentir como un pueblerino, como expresa el Profesor Andrés Pérez, es decir, está todo tematizado para generar esta sensación, la cual es totalmente distinta a la de la ciudad o un centro comercial. Este tipo de lugares no son visitados usualmente por la gente que se atiene a la rutina de salir de la casa, trabajar y volver. Debemos escapar de esta rutina de vez en cuando y vivir la ciudad, transitarla y disfrutarla como ciudadanos.

La experiencia del ciudadano es la que le permite al individuo generar un imaginario urbano propio, le permite crear su propia percepción de la ciudad. En este caso, por ejemplo, todos los olores, los colores, la fachada y el ambiente pueblerino del lugar representan distintas cosas para cada individuo, y le permiten a cada uno tener una percepción distinta de su ciudad. En cambio, la persona que se abstiene de este tipo de actividades no puede crearse una visión propia de la ciudad más allá del recuerdo de algún lugar extraño por el que pasó con el carro, o la típica crítica de la situación de una ciudad que es desconocida para él.

Durante mi experiencia en el pueblo de El Hatillo también conocí el “Centro Artesanal Hannsi” lugar muy frecuentado por los turistas que vienen al pueblo. Un enorme lugar en donde venden artesanías de todo tipo, desde figuritas de cerámica hasta estatuas, un lugar perfecto para adentrarnos más en un aspecto fundamental de la vida del ciudadano, la cultura. Conocer nuestra ciudad también implica disfrutar de los centros y actos culturales que en ella se realizan, y el “Centro Artesanal Hannsi” nos permite esto, identificarnos más con nuestra propia cultura y disfrutarla en un ámbito urbano. Adicionalmente el interior del lugar tiene esa misma imagen de pueblo, pacífica y colorida que busca vender esta zona. Se trata de darnos la ilusión de que estamos en un verdadero pueblo aislados de la contaminación y el encierro de la vida cotidiana.

Encontré también durante mi experiencia en el pueblo, una pared llena de graffitis, la cual parecía que la hubiesen puesto ahí justamente para ser graffiteada (aunque seguramente no fue así), pero de todas maneras me llamo la atención, tanto por su colorido como por lo extraño de su diseño, además del hecho de que era el único graffiti en el pueblo (el único que logre ver al menos) y que le agregaba aún más colorido al mismo. Este detalle, más allá de un signo de vandalismo, representa otra marca para el imaginario personal de cada ciudadano y una expresión de arte urbano.

El colorido de las casas y la música en vivo de algún restaurante del pueblo, junto con el olor a comida y el ambiente pacífico, realmente nos hacen imaginar que estamos en un pueblecito de verdad, con sus centros culturales y su fachada antigua, el pueblo de El Hatillo nos sirve como una burbuja de escape al ruido de la ciudad. Este tipo de lugares son los que debemos visitar para ser ciudadanos de Caracas, sitios que nos identifican y nos permiten crear una visión propia de la ciudad, más allá de la de una Caracas insegura y desorganizada, ruidosa y contaminada. Para poder describir la ciudad o criticarla, primero debemos vivirla, cosa que la mayoría de los Caraqueños no hacen por estar siempre encerrados en el ciclo de la rutina. Cito a Paulo Coelho “Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. Es mortal”. Efectivamente, el Caraqueño que no sale de su monótona rutina no puede ser llamado Caraqueño. La ciudad es más que oficinas, universidades y calles, romper la rutina y aventurarnos resulta en una experiencia favorable para nuestra vida como ciudadanos, quizá si nos alejáramos tanto del encierro y nos vinculáramos más con la ciudad, podríamos estar más orgullosos de nuestra ciudad, y quizá inclusive tendríamos la esperanza de un futuro mejor para Caracas. 

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