domingo, 15 de julio de 2012

Patinata militar. Por Génessis Sánchez.


       Sumergido en un ambiente militar, Los Próceres también se caracteriza por ser un lugar para el disfrute cívico, adecuado para el esparcimiento familiar. Es normal ver a las cinco de la mañana a los cadetes trotando y cantando al unísono para no perder el paso (aunque también es normal ver al par más gordito quedar rezagado) y asimismo a los civiles. Mi vecino, por ejemplo, es una de esas personas que acuden religiosamente a su encuentro con el ejercicio aeróbico diario en Los Próceres, aun teniendo más de ochenta años, que es lo que le calculo yo.
      Una vez pasada la mañana, cae el mediodía y la tarde en Los Próceres. No se hacen esperar las familias con sus almuerzos, los niños con sus patines, bicicletas o tanques de guerra que alguna vez fueron de cuidado y los gritos de las madres desesperadas: “¡Espérate una hora por lo menos, chico! ¡Te va a dar una embolia!” Aunque no sepan qué es una embolia, hacer bien la digestión es prioridad y sus hijos, arrugando la cara, entienden, custodiados  por los leones de concreto, el ecuestre de Simón Bolívar, los monolitos y ¿por qué no? Un concierto de Gualberto Ibarreto.


        No falta además quien vea a los estanques artificiales como un oasis en medio del desierto que es el sol del domingo. “Esa agua está sucia, vale. ¡No metas la mano!” Es otra de las frases que se oyen día a día por parte de las madres. Pero los adolescentes, por su parte, dentro de su perpetua rebeldía, desafían a ese caldo de cultivo pedaleando cerca, muy cerca.
Ya es de noche en Los Próceres. Las parejas se quedan, la plaza es muy bonita y gratis, también acuden aquellos que prefieren hacer sus ejercicios bajo la luz de la luna (el sol cansa más, en eso estamos todos de acuerdo) y, ¿por qué van a Los Próceres? La gran mayoría responderá: “es que es seguro, o sea, hay militares y eso, pues.” Y yo me pregunto: ¿es que acaso tiene que haber un militar en cada esquina de la ciudad para poder vivirla como se vive a Los Próceres? ¿Irías a pasear bicicleta a las diez de la noche en la Plaza Bolívar o por Bello Monte?
      Sabemos que la problemática de la (o sensación de) inseguridad es una realidad palpable en la vida de los caraqueños, a tal punto de que logra imponernos un toque de queda voluntario muchas veces, privándonos de hacer las actividades al aire libre que queremos y cuando queremos, obligándonos además a confinarnos en lugares cerrados y privados, privándonos de este modo de ser ciudadanos. Y creo, como ciudadano y habitante de la capital venezolana, que no es necesaria la presencia de militares ni de sus armas largas para que podamos sentirnos seguros. Con tan sólo apegarnos un poco a nuestro libreto inducido de sociedad postmoderna y republicana, confiriéndole el poder y el orden a la ley y a sus representantes podremos convertirnos en una ciudad.
Ciudad con espacios públicos para el disfrute, ciudad donde la gente no sienta miedo a salir de noche (tampoco tan tarde, las noches están para dormir). Ciudad que nos ofrezca todas las facilidades que se supone debería ofrecer según los modelos postmodernos. ¿Te gustaría salir a “tomar aire fresco” de vez en cuándo? A mí sí, de hecho… ¡voy saliendo a Los Próceres!

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