lunes, 16 de julio de 2012

Un caminar de desconocidos por Manuel Amundaray


Vas viajando, te quedas dormido por un rato en el autobús pero de pronto te encuentras en la parada y bajas de la unidad todo somnoliento. Al encontrarte ya en el piso ves diez vendedores ambulantes en la parada, una persona pidiendo para alimentarse, una serie de edificios altos y una multitud que parece caminar en una sola dirección. ¿Alguna vez te ha ocurrido? Si tu respuesta es sí, y efectivamente te encuentras en Venezuela, lo más probable es que solo venga una cosa a tu mente: llegaste a Caracas. Este es un escenario que tienen los venezolanos guardado en su imaginación como la representación de lo que significa arribar a la capital del país.

            Ubicando el punto de inicio del recorrido desde Plaza Venezuela es visible como una gran cantidad de personas se bajan en esta parada, cada una haciendo actividades muy diferentes, por ejemplo: unos fuman, unos van en su patineta, unos en camisa y corbata hablan por teléfono, aparentemente resolviendo problemas de trabajo, y otros parecen estudiantes. Caracas es la capital de Venezuela y representa psicológicamente modernidad y progreso en el imaginario de los venezolanos. Hay algo que todos los que van pasando por la parada tienen en común: caminan en una misma dirección. Es fácil descifrar el motivo. En la metrópolis más desarrollada del país hay muchas razones por las cuales las personas se tienen que desplazar desde distancias considerablemente grandes y el método que más rápido lo permite es el Metro, un sistema eficiente en el que muchos caraqueños y visitantes de la ciudad encuentran día a día una solución a su necesidad de transporte.

            Entre paso y paso, caminando en forma prácticamente recta, se atraviesan un par de cruces con el típico caos que se puede esperar en la capital. Conductores apurados tocando corneta y otros quizás en igual apuro pero que presentan una actitud un poco más paciente forman una cola que es regida por el “policía” tecnológico de tres colores. Si se analiza la actitud de los conductores se refleja que varios no respetan las luces del semáforo, esperan sobre el rayado que indica el cruce de los peatones y ejecutan maniobras imprudentes al volante que ponen en peligro físico a ciertos transeúntes que caminan por la calle. ¿Cómo se puede disfrutar y caminar tranquilo por una ciudad cuando no se puede confiar en el criterio de conducción de los que están al volante? Hay un problema serio con lo que es el acatamiento de las leyes nacionales que aparentemente ni la policía ni los otros que tienen la responsabilidad velar por el bienestar ciudadano están muy interesados en hacer cumplir. Al estar el semáforo en rojo pasan los ciudadanos que esperaban, cabe destacar que la mayoría no usa el rayado y esto tampoco ayuda al orden en la ciudad. Luego del segundo semáforo después de la última entrada del Metro en Plaza Venezuela se llega al bulevar de Sabana Grande.

Lo primero que puede chocar con los paradigmas de una persona que no lo conozca es que es un lugar que actualmente está realmente muy bien organizado y bastante pulcro. Claro está que se tiene personas que recojan la basura que botan los malos ciudadanos todos los días y los comerciantes informales que se adueñan de un sector de este espacio público para su beneficio pero no aceptan la responsabilidad de la limpieza. El orden y la seguridad del ambiente lo mantienen los policías y otros organismos de seguridad del Estado que se encuentran cada dos o tres cuadras. La labor de los oficiales es de extrema importancia si se toma en consideración que sólo en los espacios públicos se puede hacer política. Si se ofrece una ciudad en buenas condiciones un mayor número de personas se verán atrapados por la belleza de su ciudad y se motivarán a disfrutarla y a cuidarla, esto implicaría que les enseñarían a otros cómo se debe ejercer una buena ciudadanía.

Es un lugar que vale la pena visitar y conocer. Al comenzar el recorrido se ve todo bajo normalidad, tal y como se puede esperar: vendedores y gente caminando de ida o de venida, tiendas de muchas variedades, lugares para sentarse, puestos de comida y un parque infantil. ¿Un parque? Sí, efectivamente aquí se encuentra la primera peculiaridad de este bulevar moderno rescatado por PDVSA La Estancia. Este centro cultural ha venido ejerciendo una labor importante en el ambiente cultural  en la última década principalmente en la región capital del país. En la gestión del gobierno actual se ha impulsado y promulgado la importancia del arte y cultura venezolanos y se tomó como proyecto recuperar este bulevar que clamaba por ayuda a los gobernantes para recuperar el buen estado que le dio fama y que lo convirtió, en su momento, en un ícono de la ciudad de Caracas.

 El parque infantil es un espacio que refleja la globalización actual, que muestra su modelo de bulevar  moderno en el cual debe existir algo más que simples tiendas para comprar. Si se le pregunta a cualquier venezolano de los años ochenta o antes, lo más probable es que al mencionarles la idea de colocar un parque en un bulevar les parecería algo muy extraño y rechazarían la propuesta. Esto responde a los valores que se les han inculcado a las personas de esa generación a lo largo de su vida y al imaginario que cada uno tiene de ciudad.
Un poco más adelante en el bulevar dos jóvenes son atacados por los vendedores ambulantes que buscan día a día producir algo de dinero para llevar a sus casas.

Los jóvenes acceden a escucharlos, quizás con miedo, pero en fin escuchan las propuestas y terminan comprando el producto ofrecido. Tal y como lo menciona el autor Julio Ramos en su libro Desencuentros de la modernidad en América Latina “La flanería es un modo de entretenimiento distintivo de esas ciudades finiseculares, sometidas a una intensa mercantilización”. La sociedad venezolana encaja en esta descripción. Otro factor que puede llevar a los jóvenes y en general a cualquier persona a consumir los productos de los vendedores informales es la delincuencia, ya que se sabe la inseguridad tan grande que está viviendo el país. Según cifras dadas por el ministro de Interior, Tareck El Aissami, Venezuela cerró el año 2011 con un total de 14.092 asesinatos. Muchas personas prefieren comprar cualquier cosa que se les ofrece en lugar de correr el riesgo de que uno de estos vendedores sea un criminal y termine agrediéndolo físicamente debido a no “colaborarle”.

Prosiguiendo el recorrido se continúan viendo tiendas, locales de comida y gente, mucha gente caminando de un lado a otro, unos apurados y otros que parecen tener una intensión de recreación. Un poco más allá de la mitad del bulevar se encuentra la única representación del arte urbano, un graffiti con dos ratones y uno de ellos muy particular porque parece estar tocando una trompeta. Existen otros registros de arte ya que aproximadamente cada cuatro cuadras existen obras por el centro de la calle para la admiración de todos los que pasan y buscan promulgar el sentimiento de identidad y orgullo hacia los artistas plásticos venezolanos. (Cerca del final del bulevar se encuentra el aspecto más curioso: unas barras para hacer ejercicio).

 Esto si es innovación y globalización total. Esta es una idea completamente nueva ya que el concepto básico que se tiene de bulevar es un lugar de paseo y compras, pero ahora se le incorpora el ejercicio como atracción para llamar a la población a que lo visite. Y es un concepto bastante fresco e interesante que quizás si se sigue incorporando a lo largo del país puede recuperar el interés de la sociedad por los espacios públicos y su ánimo por salir y disfrutar en plenitud de estos espacios. Si existe alguna forma de mejorar un país, es cambiando la cultura y la forma de pensar de su sociedad. Los espacios públicos son escenarios que pueden ayudar en esta búsqueda. Partiendo de unos sitios en buen estado se pueden gestionar actividades que enriquezcan la cultura y que promulguen el sentimiento nacionalista y la búsqueda de un mejoramiento de las áreas tanto públicas como privadas. Una vez recuperado el interés de las personas por su ciudad se les puede fomentar una conciencia de ciudadanía para que actúen y se involucren políticamente con el país y, de esta manera, con una mayor cantidad de ciudadanos activos se pueden generar muchos más proyectos que generen un bien en la nación. 

(Por problemas en el blog no se pudieron montar las imágenes del siguiente ensayo) 

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